ADN

River, a lo largo de su rica historia, siempre mostró una forma de jugar que es con la que se identifican sus hinchas. Pelota al pie, pases cortos, presión alta para recuperarla más rápido y, sobre todo, tenencia de la pelota casi todo el partido, son algunos de los ítems que debe mostrar el equipo. Ese hambre arrasador de querer siempre un gol más forma parte esencial del ADN riverplatense.
Y el equipo suele estar armado para ese fin. Por eso no se entiende lo que se vio hoy en Córdoba. No estoy seguro de si fue por un planteo del DT (por las reacciones y lo que declaró post partido debo pensar que sí) o los jugadores lo decidieron luego de encontrarse con un triunfo tempranero. Pero dio la srnsación de que entregarle la pelota a Boca y salir luego de contraataque no fue una desición acertada. Es más, ni el equipo está preparado para eso, ni los jugadores saben hacerlo. Por eso no me extrañó cuando llegó el empate a segundos del final del primer tiempo. A pesar de lo que dijo Demichelis, Boca había llegado más durante el primer tiempo y el empate fue más que merecido.
Otra vez River regaló un tiempo en el que el rival estaba confundido y nervioso y se dejó empatar.
Y con el empate consumado paso lo que todos sabíamos que iba a pasar. Boca salió a jugar el segundo tiempo sabiendo que lo ganaba. Y lo ganó nomás. Y no solo en el plano futbolístico. Además fue una paliza táctica y psicológica. A River no se le cayó una idea en todo el segundo tiempo. Y, menos aún, después de que salió Echeverry. Terminamos tirando centros de todos lados y no cabeceamos ni uno solo. El gol de Paulo Díaz al final fue un premio consuelo demasiado grande para un equipo que hoy traicionó sus bases y lo pagó muy caro.

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